La tarta de Santiago es un conocido dulce gallego a base de huevos, almendra y azúcar, muy popular dentro y fuera de nuestro país. Lo curioso es que siendo un postre tan sencillo jamás pasa desapercibido, es decir, hay quienes lo adoran y quienes lo odian. En nuestro caso a Lola le encanta y a mí no tanto, sin llegar a odiarlo, sin duda, un reflejo de lo que también ocurre en nuestra familia ya que desde siempre éste ha sido el postre que nos ha dividido. Y es que lo que a unos no les gusta de esta tarta es lo que a los otros les encanta, nos referimos a la textura. En mi familia nos gustan las masas esponjosas o aireadas, y quizás poco dulces, y en casa de Lola todo lo contrario, les encanta la repostería densa y dulce, como esta tarta, el mazapan o los dulces árabes. Además se declaran muy fieles a la almendra y a la yema, siendo estos ingredientes clave en sus preferencias, cosa que en nuestra casa no ocurre. Por si no lo sabéis la tarta de Santiago, torta de almendras o bizcocho de almendras es un dulce de origen absolutamente popular que empieza a conocerse entre la gente acomodada de Galicia entre los s. XVI y XVIII, aunque no tuvo verdadera fama dentro y fuera de tierras gallegas hasta que a principios del s.XX a alguien se le ocurrió la genial idea de colocar la señal de la Cruz de Santiago coronando la misma, apareciendo entre el azúcar glas que la cubre. La tradición dice que esta tarta puede servirse 'forrada' o no, es decir, llevar una base de masa de masa brisa u hojaldre o cocer la masa tal cuál. En casa de Lola le gusta la más tradicional, sin forrar, y es la que hoy os traemos. Nosotros hemos elegido la receta de Pilar, de la Cocina de Lechuza, una gallega de pro que lleva utilizando la misma receta desde tiempos de su bisabuela, así que no podía fallar. Además su versión se ajusta a las proporciones dictadas por la Indicación Geográfica Protegida de la Tarta de Santiago. Solicitud de IGP resgistrada en el BOE en 2006, según la cual tiene que emplearse al menos un 33% de almendra, un 33% de azúcar y un 25% de huevos. Una publicación muy interesante que descubrimos en la web de Susana Pérez. Sólo hemos hecho un par de cambios sobre la publicada por Pilar, por una parte hemos utilizado el añadido de ralladura de limón, que ella no ponía para no desvirtuar el sabor de la almendra, y por otra hemos tostado la almendra una vez molida para potenciar su sabor. En cualquier caso esto son sólo matices, el grueso de la receta es suyo y podemos decir que sale perfecta. Vamos con ella. Para 8 personas y un molde de 22 cm necesitaremos 300 g de almendra entera, 300 g de azúcar, 3 huevos pequeños y la ralladura de 1/2 limón. Azúcar glas para decorar. Tiempo de preparación 1 hora. Molemos la almendra y la horneamos a 120º durante 15 minutos, dando vueltas de vez en cuando. Una técnica para potenciar el sabor de la almendra que utilizamos también para los polvorones y diversos dulces navideños. Aquí lista. Dejamos enfriar. Batimos los huevos con el azúcar hasta que se hayan integrado, sin llegar a blanquear, no se trata de meter aire a la masa. Añadimos la almendra y mezclamos bien. Rallamos el limón, sólo la capa amarilla superficial, cuidado que la blanca amarga. Añadimos la ralladura a la masa y mezclamos de nuevo. Si queréis utilizar algún otro añadido, sería el momento. Ponemos la masa en un molde y horneamos a 180º unos 25 minutos. Nosotros utilizamos un molde desmontable y forramos la base de papel de horno, si no forráis la base, es necesario que engraséis el molde. Cuando temple, colocamos el recortable de la cruz de Santiago y espolvoreamos de azúcar glas. Lista. Sencilla ¿verdad? Salud.