Lilly Martin Spencer: Felicidad doméstica. Una mujer fuerte, ¿quién la encontrara? Vale mucho más que las perlas. (…) Está revestida de fortaleza y dignidad, y sonríe al porvenir. Abre su boca con sabiduría, y su lengua enseña con bondad. Falaz es la gracia y vana la hermosura, la mujer que teme al Señor será alabada. Con este poema acróstico sobre las cualidades que adornan a la mujer perfecta se cierra el libro de los Proverbios del Antiguo Testamento. En palabras de Juan Pablo II, La mujer perfecta, (Cfr. Pr. 31,10), “se convierte en un apoyo insustituible y en una fuente de fuerza espiritual para los demás, que perciben la gran energía de su espíritu. A estas “mujeres perfectas” deben mucho sus familias y, a veces, también las naciones”. Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, nº 30. George Elgar Hicks, (1824-1914): Padre e hija. Sir Frank Dicksee, (1853-1928): La madre, 1907.