El cuerpo de Alejandro se conservó en miel dentro de un sarcófago antropomorfo de oro, protegido a su vez en otro ataúd de oro y cubierto con una capa púrpura. El féretro se transportó junto con su armadura en un carruaje dorado con techo abovedado durante dos años. Tiraban de él sesenta y cuatro mulas tocadas con una corona dorada que iban acompañadas de un séquito de militares y elefantes.