La industria de material de guerra posibilitó un crecimiento económico espectacular en Estados Unidos, que salieron victoriosos de la contienda gracias a su progreso tecnológico. La producción bélica se reconvirtió en una sólida industria productora de bienes de consumo, destacando, especialmente, la industria automovilística y la fabricación de electrodomésticos y mobiliario.