Vemos que el espíritu de las distintas escrituras y religiones es incentivar el cultivo del amor por Dios, a quien unos llaman Yavé, otros Alá, otros Buda, Krishna o Govinda, etc. La Conciencia de Krisna no hace diferencias entre las otras religiones ya que el mensaje del Señor Supremo es universal. La única diferencia podría ser que los devotos Hare Krisna son vegetarianos en relación a otras religiones que no lo son. La filosofía Cristiana y la filosofía de Conciencia de Krishna en esencia no se diferencian. Pero para unirnos sólo hace falta que todos seamos vegetarianos. Tan pronto como los cristianos fuesen todos tolerantes y vegetarianos !sin duda alguna! serían nuestros amigos, solamente que no podemos tolerar que se mate a los animales y se llame a esto proceso autorizado por la religión, ahí sí tenemos que protestar; pero en lo que se refiere al servicio, a los mandamientos, a amar a Dios por encima de todas las cosas, estamos plenamente de acuerdo. Unión en la diversidad Asimismo si las religiones se quieren unir, será por misericordia del Señor y simplemente habrá que hacer algunas adaptaciones que todos puedan respetar. Vemos que el espíritu de las distintas escrituras y religiones es incentivar el cultivo del amor por Dios, a quien unos llaman Yavé, otros Alá, otros Buda, Krishna o Govinda, etc. En realidad Dios tiene infinitos nombres, pues todo en Él es infinito. No importa mucho de qué manera el niño llame a su padre, lo más importante es que lo haga. Cuando Srila Prabhupada llegó a Occidente y algunos comenzamos a seguirlo, no consideramos que estábamos dejando nuestra antigua religión, más bien sentimos que la estábamos resucitando. Srila Prabhupada nos decía que no había venido a cambiarnos de religión, sino a enseñarnos a practicarla en forma verdadera. «Esto es lo que debe enseñarnos toda religión», nos dijo Srila Prabhupad. Corintios (1.14-31) nos dice: «Porque Dios no es Dios de disención, sino de paz como en todas las iglesias de los santos». Consideramos que el Señor hace un llamado universal a todos sus hijos por igual a través de las distintas tradiciones religiosas, sus gurus, profetas, padres y pastores. Este amplio llamado debe ser apreciado con una mentalidad positiva y abierta pues no podemos confinar los infinitos elementos y sentimientos del Señor a los estrechos límites de nuestra conciencia. Srila Atulananda Acarya www.atulanandadas.cl
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El gran pensador Jiddu Krishnamurti, se atrevió a reflexionar en profundidad acerca de la religión: lo que ha supuesto y...
Los diferentes tipos de creencias, según su contextos… El ser humano, desde los tiempos inmemoriales, nace con la capacidad innata de creer. Desde el tiempo de las cavernas, pasando por la edad media y siguiendo adelante hasta nuestros días, hemos como etnicidad o razas, evolucionado mucho; sin embargo, a la hora de pensar y de creer, seguimos siendo esas mismas razas o etnia que pobló la tierra siendo poco más, que una cultura pagana. Todos nosotros, indiferentemente del credo que pregonamos, o inclusive si pregonamos “no creer en nada”, incluso ahí estamos promoviendo, una forma de creencia. Si tomamos un ejemplo, una persona creyente en la religión, posee una creencia basada en la existencia de un Dios, o de varios Dioses, sea cual sea el caso. Al mismo tiempo, una persona atea tiene la creencia de que no existe Dios alguno y que todo se debe en su mayoría a la ciencia. Indiferentemente de que crea o no en un Dios, una persona cree en algo. Ahora, cuando hablamos de creencia, hablamos también de las partes de nuestra personalidad que eligen mantener la fe ciega en algo en lo que creemos. Pero que nunca hemos visto. Pasamos no únicamente por la rama de la religión, sino que, al afirmar una cosa, creemos que es una verdad absoluta y de esa forma la manifestamos ante el mundo. En eso es precisamente en lo que se basan las creencias; en esos actos de fe que, como seres humanos, pregonamos y dejamos que continúen su curso. ¿Qué es una creencia? Los conceptos que, en nuestra lengua, le atribuimos a la creencia, es el de algo en lo que tenemos una fe ciega, y que nos parece y resulta una verdad inamovible, pues nadie que lo intente podrá hacernos cambiar de parecer en cuanto a nuestros pensamientos hacia esa creencia. En otro concepto que le damos a la creencia en nuestro lenguaje, se trata de la opinión que podemos tener sobre una persona, una forma de pensar, una costumbre o un objeto. Asimismo, se emplea en el mismo contexto anterior, pues en estas opiniones que tenemos, tampoco nos podrán mover y cambiar lo que pensamos. Esto son los conceptos que se le atribuyen en nuestra lengua a las creencias. ¿De dónde sacamos las creencias? El desarrollo de La Domesticación del ser Humano. Las creencias se originan desde que somos niños, puesto que desde que comenzamos a desarrollar consciencia somos capaces de crearnos nuestros propios dogmas y pensamientos. Siguiendo en esta base de ideas, podemos decir que las creencias las desarrollamos en base a las cosas que aprendemos y vemos durante nuestra niñez y adolescencia. En el momento en el que comenzamos a aprender comenzamos a creer, e indiferentemente de que creamos en cosas reales y demostradas, o en fantasías y cuestiones que no tienen la debida respuesta científicamente hablando, somos capaces de pensar que las cosas son así, y nada nos sacará de nuestra idea. En el caso de los niños, es muy común que comiencen su vida teniendo creencias y pensamientos que los derivan a un mundo de fantasía. Hay quienes piensan que esto es malo para los niños, puesto que hay que inculcarles siempre la realidad. Sin embargo, hay expertos que afirman que permitir que los niños crean en las fantasías propias de la niñez, como el hada de los dientes o el conejo de pascua, es beneficioso para ellos, no solo porque les permite conservar esa pureza de la infancia, sino porque, al momento de revelarles la verdad, aunque pueda ser duro para algunos, les demostramos que no todo lo que uno piensa, que es real o que es correcto, es en realidad, así. Les enseñamos que las creencias pueden cambiar y, es más, que es necesario que lo hagan para que, como personas, podamos evolucionar. Los tipos de creencias. Cuando nos hablan de creencias, solemos pasar directamente a lo que se refiere a las creencias religiosas. Por alguna razón brincamos directamente a la religión cuando hablamos de esto, y no es para menos, puesto que la creencia en una religión es de las más, no solo importantes, sino también de las más aferradas. En la mayoría de los casos, las personas que tienen creencias religiosas tenderán a poder creer de mejor manera, puesto que están ligadas a dogmas de fe en los que se les permite creer, que incluso las cosas más inverosímiles pueden llegar a ser posibles. (Así te lo hacen ver.) En realidad, esto se trata como un enfoque sano a la hora de discutirlo, puesto que las personas que tienen creencias religiosas son normalmente más propensas al cinismo que demuestran, quienes no se afectan a las creencias no lo tienen. A pesar de esto, la creencia se divide en varios subtipos, y todo depende del momento en el que se esté, y del tema que se esté tratando. Aquí estudiaremos algunos de los tipos que conforman las creencias: Creencias normativas. En este tipo podemos tratar con las creencias descriptivas, y las morales, también llamadas normativas. Creencias descriptivas: Estas son las que se adquieren por un simple calco imperfecto de la realidad. Estas nos muestran lo que vivimos en el presente, así sea esto lo que queremos o no. Creencias morales: Este grupo de creencias nos hablan de lo que está bien y lo que está mal, y mediante este tipo de creencias podemos llegar a moldear nuestra conducta. Creencias según la consciencia. En muchas maneras, encontramos creencias que tienen un grado tal de importancia en nuestra psique, que ya las podemos tomar de una manera inconsciente. Esta distinción es confusa porque no podemos estar del todo seguros, de hasta qué punto una idea es inconsciente o no. Creencias conscientes: Cuando hablamos de estas creencias nos referimos a aquellas que forman parte de nuestro discurso diario, y en el modo en que expresamos nuestras convicciones, bien sea de manera verbal o escrita, y con la que nos referimos a nuestras opiniones. Creencias inconscientes: La creencia inconsciente es la que se puede expresar mediante actos involuntarios o pensamientos. Por ejemplo; una persona que cree que mentir está siempre mal puede darse cuenta de que no piensa realmente esto si se le da una situación en la que no tenga consecuencias terribles. Creencias religiosas: Cuando hablamos de creencias religiosas, podemos remontarnos a cualquier etapa de la historia, puesto que la religión ha tenido un amplio margen de acción en el comportamiento del ser humano desde tiempos inmemoriales. En esta vertiente debemos de saber distinguir entre creencias religiosas y creencias seculares. Creencias religiosas: Como su nombre lo indica, estas creencias están ligadas de manera férrea a una religión, y con la misma férrea determinación la persona se amoldará y se aferrará a los dogmas y mandamientos de esta, indiferentemente de su popularidad, pues en ello ha basado su fe. Creencias seculares: Son aquellas que no se encuentran ligadas a ninguna religión, y en este caso puede tratarse de todas las demás creencias. En el caso del ateísmo que está sujeto a debatirse, si es una creencia religiosa o secular, puesto que, aunque dicen no creer en las religiones, su principal creencia se basa en estas, puesto que creen que no son ciertas. Creencias según su utilidad. La creencia que tengamos puede también tener cierto impacto en nuestra calidad de vida. Es por ello por lo que debemos de saber distinguir entre creencias adaptativas y desadaptativas. Creencias adaptativas: Son aquellas que nos permiten seguir con nuestro día a día sin tener con esto que hacerle daño a nadie o perjudicar de alguna manera a otra persona o ser viviente. Creencias desadaptativas: En esta categoría están aquellas creencias que no nos permiten llevar una vida sin perjudicar o sentir prejuicios por otras personas con las cosas en las que creemos. Una especie de creencia desadaptativa puede ser la creencia de que hay razas inferiores, o la creencia predominante del nacional socialismo de que tanto los homosexuales como los judíos debían ser exterminados. (Es la que piensa en los exterminios.) Creencias colectivas. Históricamente, se sabe que una persona puede aferrarse más a una creencia si siente que la comparte con una o más personas en su entorno. A la hora de creer quizás la cantidad de creyentes sea tanto, o más importante, que el tema en el que crees. Es por ello por lo que muchas veces las iglesias son la mejor forma para creer en una religión, pues gracias a ellas una persona puede juntarse con varias que comparten sus creencias y su manera de vivir. (Es por los miedos y temores que les inyectan.) En el ámbito político también se han dado múltiples reuniones en base a la creencia en determinado tema. Es por ello, por lo que la mayoría de los países del mundo toman un gobierno bipartidista, en el que muchas personas generan grupos y comités que apoyan a cierta rama del gobierno, mientras que otras se juntan en apoyar a otro sector. A la hora de determinar la creencia en personas jóvenes, la forma más sencilla de abordarlas es en La Escuela Dominical, Las Clases para la Confirmación y en algunos tipos de imitación a religión con sus adiestramientos, pues es aquí donde los niños y adolescentes desarrollan el comportamiento grupal, y mediante las clases y las conversaciones pueden establecerse creencias grupales en un salón de clases. Y es aquí donde se inicia el control.
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Como mi padre, aunque no creo que la genética tenga nada que ver en esto, soy un ateo bonachón y escéptico, en nada beligerante con los creyentes siempre que estos respeten un pacto tácito de solo dos puntos: 1. Usted crea en lo que quiera pero déjeme a mí tranquilo con mis no-creencias; y 2. Usted crea en lo que quiera pero no pretenda imponerme ni a mí ni a nadie sus creencias. Acabo de terminar de leer en estos días un interesante libro titulado "Ciencia y creencia. La promesa de la serpiente" (Turner, Madrid, 2015) escrito por el famoso divulgador científico y genetista británico Steve Jones (1944). Dice en la introducción del mismo (páginas 15-16 y 19): "Aunque las herramientas de la ciencia han demostrado ser poderosas, son muchas las personas que ponen en tela de juicio sus hallazgos apoyándose en sus creencias; en cambio, otros rechazan las afirmaciones basadas en la fe porque niegan la verdad o porque son imposibles de demostrar. Aun así, la actitud de los aproximadamente mil millones de agnósticos y ateos del planeta hacia las doctrinas de la mayoría creyente tienen mucho en común con las posturas de los devotos ante el testarudo universo de los hechos, pues cada parte contempla a la otra con una melzca de fascinación y repugnancia. La idea de que la simple convicción puede iluminar el mundo físico carece de interés para los biólogos, geólogos y demás científicos. Por su parte, muchos de los que se aferran al dogma tienen una actitud igual de negativa hacia la ciencia, pues rechazan lo que ven, y niegan que sirva para explicar completamente lo que les rodea. En consecuencia, muchos científicos sienten un interés furtivo por los asuntos de los fundamentalistas, mientras que los literalistas bíblicos a menudo se ven fascinados por la ciencia, aunque solo sea para denunciarla". Tres páginas después sigue diciendo: "Por lo que atañe a lo sobrenatural, ni la ciencia ni este libro pueden decir nada. Suscribimos lo que, según se cuenta, les respondió el matemático Laplace a Napoleón cuando el emperador le preguntó por qué no había ninguna mención a la deidad en su volumen sobre mecánica celeste: "No necesito esa hipótesis". Apelar a un poder supremo no aportaba nada a su conocimiento. A pesar de ese valioso consejo, sigue diciendo, los cristianos a menudo intentan amoldar los últimos avances a sus creencias: desde el universo heliocéntrico a la teoría de la evolución, los nuevos descubrimientos se entretejen con la fe y se usan para reafirmar la propia religión (el big bang, por ejemplo, tuvo que ser desencadenado por Dios). Los argumentos teológicos de este tipo se basan en la idea de que la existencia de una causa final detrás del universo nunca pueden refutarse. A fin de cuentas, tal y como señaló Laplace, este tipo de misterios, imposibles de demostrar, solo interesan a quienes están decididos a creer en ellos". Mucho más beligerante con la religión, y más concretamente con el cristianismo, se muestra el escritor y crítico literario español Rafael Narbona (1963) en un reciente artículo en su blog Viaje a Siracusa, titulado "¿Es el cristianismo una forma de totalitarismo?", que publicaba Revista de Libros en su último número. Dice en él Narbona que lo malo de ser un católico escéptico es que puedes llegar a pensar que la institucionalización del sentimiento religioso es una catástrofe para el espíritu. Ser católico se identifica hoy en día con una oposición numantina al preservativo, el matrimonio gay, el aborto y la eutanasia. No entiendo la condena moral de los métodos anticonceptivos, salvo que se atribuya a Dios un poder medieval, donde se incluye un derecho ilimitado sobre el cuerpo de los otros. Me parece grotesco reducir el cristianismo a unas posiciones tan primarias y esquemáticas. Sin embargo, no creo que esa actitud surja de una perspectiva estrictamente teológica, sino de consideraciones de naturaleza política. El control sobre el cuerpo es uno de los principios básicos del poder totalitario. El objetivo es cortar de raíz la libertad del individuo, regulando las distintas etapas de su desarrollo: concepción, nacimiento, identidad sexual, paternidad y óbito. La socialización de la sexualidad puede ser una forma de educar al instinto o una estrategia de dominación. El aborto, añade, plantea un espinoso dilema, pues la medicina, la biología y el derecho se enfrentan al problema de definir claramente qué es una persona o, más exactamente, cuándo puede hablarse de vida plenamente humana y no de simples células embrionarias. En las sociedades libres y democráticas se han fijado plazos para interrumpir un embarazo no deseado. Establecer analogías entre el aborto y las políticas genocidas constituye una insensatez y una grave ofensa a la verdad. No parece menos descabellado criminalizar la homosexualidad o clasificarla como una aberración. La homosexualidad es tan antigua como nuestra especie y expresa una parte de nuestra naturaleza. En cuanto a la eutanasia, el derecho a elegir una forma digna de morir, sin sufrimientos innecesarios, parece tan innegociable como la libertad de expresión. ¿Por qué la Iglesia católica se muestra tan inflexible en estas cuestiones? Su intransigencia parece inconsecuente con el mensaje evangélico, que destaca como valores esenciales el perdón, la reconciliación y la fraternidad. En el Evangelio de Juan, Jesús perdona a la adúltera, desviándose de la ley de Moisés, que ordenaba su lapidación. Su interés por la dimensión corporal del ser humano es pura biopolítica, pues expresa la voluntad de crear una sociedad que reduce al individuo a una deplorable minoría de edad. Los sacramentos (bautismo, penitencia, eucaristía, confirmación, orden sacerdotal, matrimonio y unción de enfermos) se despliegan como una gigantesca malla que contiene todos los aspectos de la vida humana. No son ritos que constituyan al hombre como persona, sino mecanismos que liquidan la autonomía de la sociedad civil. El cristianismo, continúa, se convierte en totalitarismo cuando litiga contra las libertades y repudia derechos que se han incorporado al ordenamiento jurídico de los países más avanzados en materia de moral y costumbres, dice más adelante. De acuerdo con las palabras del teólogo Hans Küng, el Dios cristiano es «el buen Dios que se solidariza con los hombres, con sus necesidades y esperanzas. Que no pide, sino que da; que no humilla, sino que levanta; que no hiere, sino que cura. […] Dios quiere la vida, la alegría, la libertad, la paz, la salvación, la gran felicidad última del hombre, en cuanto individuo y en cuanto colectividad. […] El cristianismo es un humanismo realmente radical, capaz de integrar y asumir lo no verdadero, lo no bueno, lo no bello y lo no humano: no sólo todo lo positivo, sino también –y esto es lo que decide el valor de un humanismo– todo lo negativo, incluso el dolor, la culpa, la muerte, el absurdo». Algunos han intentado conciliar marxismo y cristianismo, sigue diciendo, pero se trata de una combinación imposible. El marxismo no es un humanismo, pues su visión escatológica de la historia rebaja al individuo a una variable intrascendente. La utopía socialista no apunta hacia la libertad y la igualdad, sino hacia una dictadura totalitaria y burocrática con una política exterior expansiva, imperialista. Los carros blindados de la Unión Soviética paseándose por Praga reflejan la esencia del marxismo-leninismo, que no reconoce ningún derecho al enemigo de clase ni admite el pluralismo político. El humanismo revolucionario alumbró la deshumanización del hombre, con niveles de represión desconocidos desde el nazismo. El capitalismo sin rostro humano no ejerce la violencia institucional, pero no es menos deshumanizador, pues abandona a su suerte a los más débiles y vulnerables. Me parece una crítica del catolicismo bastante razonada y aceptable, pero echo de menos en ella un excurso más radical sobre los fundamentalismos de buena parte del cristianismo protestante, del judaísmo ortodoxo y no digamos del islamismo, al lado de los cuales el catolicismo casi parece un ágora de libertad. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt Entrada 2406 [email protected] La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire) Todo poder corrompe y el poder absoluto, de forma absoluta (Lord Acton)
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Credo de los Apóstoles y Credo Nicea-Constantinopla Entre los símbolos de la fe dos ocupan un lugar particular en la vida de la Iglesia: El símbolo de los Apóstoles y El Símbolo de Nicea-Constantinopla. El Catecismo de la Iglesia nos explica por qué tenemos un Credo (Rf. 185-197). Desde su origen, la Iglesia apostólica expresó su fe en formulas breves y normativas para todos, quiso recoger lo esencial de su fe en resúmenes orgánicos y articulados, destinados sobre todo a los candidatos al bautismo. Esta síntesis de fe no ha sido hecha según opiniones humanas, sino que se ha tomado de toda la Escritura lo más importante, para dar en su integridad la única enseñanza de la fe. A esta se le llama "profesión de fe", y también se le llama Credo, ya que la primera palabra en ella es "Creo". Se les denomina igualmente "símbolos de la fe". A lo largo de los siglos, en respuesta a las necesidades de diferentes épocas, se han elaborado numerosos símbolos de nuestra fe, por ejemplo: Los símbolos de las diferentes Iglesias apostólicas y antiguas. El llamado símbolo de San Atanasio La profesión de fe de ciertos Concilios como los de Toledo, Letrán, Lyón, Trento, o de ciertos Papas como la "Fides Damasi" o "El credo del pueblo de Dios, del Papa Pablo VI" Ninguno de estos símbolos compuestos en diferentes etapas de la vida de la Iglesia puede ser considerado como superado o inútil. Nos ayudan a captar nuestra fe a través de los diversos resúmenes que se han hecho. Ahora paso a contestar su pregunta, sobre el por qué de los dos que usted conoce y su diferencia: Entre los símbolos de la fe dos ocupan un lugar muy particular en la vida de la Iglesia, estos son: El símbolo de los Apóstoles y El Símbolo de Nicea-Constantinopla. El Credo de los Apóstoles o Símbolo de los Apóstoles, es el corto, es llamado de los apóstoles por que es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia Romana. Su gran autoridad proviene del hecho de que es el símbolo que guarda la Iglesia Romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó a la doctrina común. El Credo de Nicea-Constantinopla, es más largo por ser mas explícito y lo rezamos todos los domingos en la Misa. Debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios ecuménicos, como su nombre lo indica respectivamente Concilio de Nicea año 325 y el Concilio de Constantinopla año 381. Sigue siendo hoy el símbolo común de todas las Iglesias de Oriente y Occidente. Recitar con fe el Credo es recordar nuestro Bautismo y entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es también entrar en comunión con toda la Iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos. = Credo de Nicea Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a, vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo-en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.