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L'attore, che la scorsa estate è diventato papà per la prima volta, è stato scelto come protagonista de «L'Ombra di Caravaggio», le cui riprese sono appena iniziate. La pellicola vuole rileggere in chiave contemporanea la vita di un artista considerato «rockstar ante litteram»
Quando si parla di Michelangelo Merisi da Caravaggio, ci si riferisce a un artista che ha rivoluzionato l’arte del suo
Henri Lebasque (1865-1937) ¿No os parece que a veces nos complicamos la vida de la forma más tonta? Y os lo pregunto yo, que soy la primera en meterme en todos los líos posibles y a menudo me convierto en doña Exagerada o doña Corre-Corre, sin poder –o sin querer- evitarlo. El caso es que este fin de semana andamos por aquí con muchas dudas, con urnas, escrutinios y luego, como siempre, con enfados de unos y de otros, así que he pensado que podíamos relajarnos un poco con el amigo Henri. Henri Lebasque, Verano, 1922 No esperéis hallar en sus obras brusquedad, ni tensiones, ni movimientos agitados. Lo que vemos es esa sencilla dicha de la sombra o el sol, del mar y de los árboles, de la lectura, el reposo, la charla o el silencio. Henri Lebasque, En la playa Henri Lebasque, Mujer leyendo en un jardín, colección particular, 1919 Henri Lebasque, Joven con sombrilla, 1909 La dicha, digo: esos instantes de tregua en los que percibimos que la felicidad no se anuncia con trompetas ni se reviste de lujosas galas ni es –no, no lo es- un sueño imposible, sino algo mucho más modesto, efímero, banal si así se quiere considerar, pero que está ahí, al alcance de la mano. Henri Lebasque, Reflejos en la balsa de Pradet, 1923 Henri Lebasque, Pierrefond “Has venido con la bolsa bien surtida de lugares comunes, Carmen”, podéis decirme. Pues sí, hoy siento una enorme apetencia por lo común, lo cotidiano, lo más normal. Que no se aparezcan ahora merlines ni ángeles ni las brujas surquen el cielo con sus escobas, porque lo único que quiero es ese prodigio del sol entre las ramas, la canción del pájaro y del aire. Tan poca cosa. Tanto. Henri Lebasque, Mujer sentada en un banco, 1923 ¿Hablamos de Henri? A los veinte años, después de haber estudiado en la Escuela de Bellas Artes de Angers, Henri Lebasque llegó a París. ¿Os imagináis lo que puede sentir una persona de veinte años, una persona que, además, es artista, al instalarse en París? Su dicha, la mirada agradecida con que bebe, más que contempla, la obra de otros artistas del pasado y del presente y se embebe de ella, ese sentimiento del “yo también lo haré”. Estatua de la Libertad, 1886 El joven Henri completó su aprendizaje en el taller de Léon Bonnat, un gran retratista apasionado por la pintura de Velázquez y de Goya: Léon Bonnat, Retrato de la hermana del artista, 1850 En esa misma época, ayudó a Ferdinand Humbert en la realización de los frescos decorativos que este realizó en el Panteón de París: Ferdinand Humbert, pinturas en el Panteón, París En 1890, Lebasque tomó parte en el Salon des Indépendants, donde hizo amistad con Paul Signac y Maximilien Luce, seguidores del puntillismo o divisionismo, ese estilo posterior al impresionismo que yuxtapone puntos de colores puros para formar las imágenes. Paul Signac, Plaza en Saint-Tropez, Cargenie Museum of Art, 1893 Maximilien Luce, Quai Saint-Michel y Notre-Dame, 1900 Otros artistas que más tarde se convirtieron en sus amigos fueron los nabis Pierre Bonnard y Édouard Vuillard, así como Henri Matisse, con quien Lebasque, como otros artistas, colaboró en la creación del Salón de Otoño, en 1903. Cuánta vida, ¿verdad? Pierre Bonnard, Comedor en el campo, 1913 Édouard Vuillard, Le Pouliguen, colección particular, 1908 Henri Matisse, Estudio en Colliure, 1905 ¿Más amigos artistas? Sí, por supuesto. Podemos nombrar, entre ellos, a Louis Valtat, Raoul Dufy y Henri Manguin. Louis Valtat, Bois de Boulogne, 1913 Henri Manguin, Descanso en Villa Demièr, colección particular, 1905 Con este último, Manguin, Lebasque viajó al sur de Francia en 1906, después de los cinco años que pasó pintando los paisajes de Lagny, donde se había establecido al despuntar el siglo. Henri Lebasque, Puerta del jardín en Lagny Henri Lebasque, Jardín en primavera, colección particular, 1904 Henri Lebasque, La pesca, colección particular, 1905 Una vez más, como hemos visto en el caso de otros artistas, el Mediterráneo colmó de espuma y de color los ojos del pintor e inundó sus obras. El mar, ¿sabéis? El mar. Henri Lebasque, Cannes, la sombrilla azul Henri Lebasque, La playa Henri Lebasque, Mirando el mar Un mar –el mar- que ya no abandonará al pintor. Henri Lebasque, Niño de rojo, colección particular, 1920 Henri Lebasque, Tres mujeres en la playa Un mar que no es solo el Mediterráneo. En diversas ocasiones, Lebasque viajó a Normandía y a Bretaña, así como a otros lugares de Francia. Henri Lebasque, Paisaje bretón Henri Lebasque, Ventana en Ile d’Yeu, colección particular, 1919 Henri Lebasque, La playa de St. Gildas, colección particular, 1922 Hacia 1923, se estableció definitivamente en el sur, con el sol en la piel y todos los azules al alcance de la mano. Es allí, sobre todo, donde su mujer y sus hijos se recuestan en hamacas y se sientan para leer o, simplemente, para disfrutar de la caricia de la brisa. Henri Lebasque, Hamaca, National Museum of Western Art,Tokyo, 1923 Henri Lebasque, Hamaca en Cannes Henri Lebasque, Hamaca en Le Pradet, 1923 Henri Lebasque, Madame Lebasque leyendo en el jardín de Le Cannet, colección particular, 1923 Simplemente. Mirad, a fin de cuentas, es bastante sencillo. Aunque nos guste tanto complicarlo todo. Henri Lebasque, Pradet, 1923 Nos vemos pronto. De momento, me quedo aquí charlando con un amigo. Hay más sillas: si queréis, coged una y sentaos con nosotros. ¡Se está muy bien! Henri Lebasque, Mujer con un vestido blanco