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Clotario Blest Riffo (1899-1990). Fuente imagen: web Ritoque FM. Hace poco menos de 30 años, tras toda una vida dedicada a la lucha por los derechos de los trabajadores, arribó en el auxilio de la Recoleta Franciscana de Santiago el insigne dirigente sindical Clotario Blest, a vivir un increíble descuento o prórroga que había logrado arrancarle a la vida, después de haber estado en las puertas mismas de la muerte. A pesar de los aspectos más controversiales de su vida, siempre hubo algo de franciscano en Clotario, por cierto. La relación emocional del destacado dirigente con San Francisco de Asís era conocida, y su llegada allí fue como una rectificación final del destino; acaso como consumar una misión largamente pendiente. Alguna vez confesó, de hecho, su admiración por Fray Andresito y su ejemplar vida consagrada a los pobres, pero sin saber por entonces, que sus últimos días en el mundo serían tan cerca del mismo hábito: en su caso, premiado por las acciones en vida, no por más milagros que el de encontrar en él un luchador político auténticamente consecuente y capaz de abandonarlo todo por los móviles éticos que siempre motivaron su actuar... Y que nos perdone el mundo progresista de nuestros días, pero es que don Clota era el último de una raza política y dirigencial ya extinta en Chile. La obra de Blest, los sacrificios y penurias, su templanza y humildad, realmente alcanzaron niveles de cuasi santidad. Nada de la vida monacal le faltó cumplir: los votos de pobreza, la austeridad a toda prueba, el perdón, la asistencia de los desvalidos… Nada. Ese día de noviembre de 1989, sin embargo, el ilustre dirigente que consagró su existencia a los preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia, a la lucha social y al sindicalismo, llegaba en estado deplorable a la Recoleta de San Francisco, como si hubiese sido arrebatado de su propio sarcófago para pasar acá los últimos días de su vida. El otrora combativo y enérgico orador, capaz de incendiar la energía del público con sus demandas de justicia y respeto por las clases trabajadoras, era ahora anciano e indefenso, moribundo, tullido y sin fuerzas para ponerse en pie. Prácticamente, fue rescatado y llevado hasta los sacerdotes luego de haber pasado por el Hospital del Trabajador, hasta donde había ido a parar en estado de desnutrición y totalmente desvalido. Y más indigna recordar que Blest había sido olvidado por los mismos que se apropiaron después de su nombre y de su obra, en varias ocasiones burlándose también de la profundidad de su fe y echando a correr especies que no resultaron ser más que sucias calumnias, tan propias del ambiente del veneno político. Empezado este mes de mayo y en el Día de los Trabajadores, pues corresponde un pequeño homenaje biográfico para el más insigne dirigente que ellos hayan tenido en la historia de Chile, y que ya es parte de la mitología de la lucha sindical del país. Clotario Blest frente a su residencia, en la excalle Ricardo Santa Cruz del barrio Santa Isabel. Atrás, la Iglesia de los Sacramentinos. Imagen tomada por reporteros de la revista "Life" (1950). NACIDO EN LAS LUCHAS POLÍTICAS Clotario Leopoldo Blest Riffo había nacido en Santiago, el 17 de noviembre de 1899, dentro del matrimonio compuesto por el militar Ricardo Blest Ugarte, fallecido cuando era un niño, y la profesora de enseñanza primaria Leopoldina Riffo Bustos. Era nieto del inmigrante irlandés Guillermo C. Blest, uno de los fundadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile y de cuyas primeras nupcias nacieron los hermanos escritores y políticos Guillermo y Alberto Blest Gana, aunque esta acaudalada línea familiar nunca mantuvo nexos con la de su padre. Por el contrario, la suya cayó en la pobreza tras el fallecimiento de don Ricardo, quedando solos la madre con sus tres hijos: él, su hermana Leopoldina, que tomó la docencia estudiando en la Escuela Normalista como su madre, y su hermano Fernando, que seguía los pasos del padre en el Ejército. Ambos hermanos fallecieron jóvenes, sin embargo. Las necesidades económicas lo obligaron a tener que salir a rogar ayuda con su madre, puerta a puerta, por los barrios de vecinos más pudientes de la ciudad. Contó en una ocasión, además, cómo el director de un colegio lo puso al frente de la sala exponiéndolo a la burla, por llevar zapatos rotos en clases. Sin embargo, fue allí que dio sus primeros pasos en el mundo de la actividad política, durante sus estudios en la enseñanza pública, cuando con sólo 13 años se unió a la mesa directiva de una asociación de profesores primarios. Las humanidades las realizó en el Seminario de los Ángeles Custodios de Santiago, gracias a una beca que le consiguieron miembros de su familia, logrando el grado de bachiller al dar sus exámenes en la Universidad de Chile. Bajo la instrucción religiosa, fue muy influido por el pensamiento de sacerdotes de gran sentido social, como José María Caro y Fernando Vives Solar, que hacían clases en el Seminario. Blest estudió teología en Concepción y La Serena, pero su carácter rebelde y su mentalidad libertaria estaban alejadas de la formación religiosa y de las jerarquías, renunciando a ella y regresando a Santiago. También había estudiado química y filosofía, pasando brevemente por la Universidad Católica. Hacia 1920, se integró al círculo de estudios "El Surco", del sacerdote Guillermo Viviani Contreras e impulsora de medidas relacionadas con la doctrina social de la Iglesia. Profundamente involucrado en las actividades del sindicalismo católico y en el pensamiento de Recabarren, fundador del Partido Comunista, a cuyas charlas asistió en este período, Blest comenzó a involucrarse velozmente en las cuestiones de la política, los cuerpos organizados y las dirigencias de los trabajadores, aunque siempre distante de los partidos. A pesar de los castigos injustos que le dio la vida, seguía siendo muy creyente, como si la toma de hábitos religiosos que pensó en su juventud hubiese quedado siempre postergada. Actuó comprometidamente en la llamada Casa del Pueblo, que había sido fundada en 1917 para acoger a los sindicalistas cristianos y también con auspicios de Viviani, ubicada en Salas 208 a un lado del Mercado de La Vega Central. A una pequeña capilla dentro de este recinto, la bautizó Jesús Obrero, pero su presencia allí después fue objetada por la Vicaría General de Santiago, por no haber sido autorizada. Además, en 1925 creó la Unión Central de la Juventud Cristiana. Don Clota llegó a tener gran amistad y afinidad con Viviani, de quien aprendió mucho sobre la lucha sindical y los derechos de los trabajadores bajo inspiración cristiana. El sacerdote había llegado a ser capellán de la comunidad penitenciaria, además, por lo que su vocación estaba más que demostrada. Sin embargo, cierta simpatía de Viviani con el movimiento fascista terminó por decepcionar a Blest, que comenzó a alejarse de su influencia y admiración, terminando por perder contacto con su inspirador. Clotario Blest dando un discurso ante la multitud, en una concentración hacia los años cincuenta. Fuente imagen: Clotarioblest.com. SUS PRIMERAS GRANDES LUCHAS En 1927, fue elegido presidente de la Unión de Centros de la Juventud Católica. Poco después, dejó "El Surco" para fundar su grupo llamado "Germen", quizás ya más cercano a la teología de la liberación que a la inspiración directa de la encíclica Rerum Novarum. "Germen" tenía una gaceta propia, con el mismo nombre. Coincidentemente, además, había comenzado a trabajar en el empleo público, como funcionario de la Tesorería General de la República, a partir de 1922, y como Tesorero Comunal de Providencia, desde 1929. En 1931, ayudó a fundar la Liga Social de Chile junto al jesuita Vives Solar, quien fuera influencia para el Padre Alberto Hurtado, hoy santo, y un activo miembro del Patronato de Santa Filomena, la misma que tanto motivara a Fray Andresito. Vives Solar, que dijimos había sido profesor de Blest en el Seminario, acababa de regresar a Chile tras una larga ausencia. Dos años después, en la revista "Germen" de agosto de 1933, escribía Blest criticando al mercantilismo, que veía como una amenaza cerniéndose sobre la realidad planetaria: "Judas ingresó al sacerdocio por negocio. Siguió al Maestro por cálculo, entendiendo enriquecerse y llegar a ser un gran señor cuando el Mesías dominase como Rey en Israel. ¡Cuántas vocaciones religiosas se parecen a la de Judas! Varias veces el Maestro quiso iluminarlo con su gracia y salvarlo. Pero Judas fue un derrochador de la gracia de Dios, adorador del Becerro de Oro, tenía su alma puesta en él". Blest fue designado Tesorero Comunal de San Antonio en 1934, cargo que ocuparía por cuatro años, debiendo marcharse de Santiago. Al año siguiente, sin embargo, toma la secretaría general de la Liga Social de Chile. En febrero de 1938, al regresar a la capital, fundó la Asociación Deportiva de Instituciones Públicas (ADIP), como una forma de evitar las restricciones a formación de cuerpos sindicales, especialmente en la administración pública. Ese mismo año fue testigo de las cruentas luchas políticas, de las controvertidas campañas electorales y de la sangrienta Masacre del Seguro Obrero, que marcó a toda aquella generación de dirigentes sociales, seguida del triunfo del Frente Popular del candidato Pedro Aguirre Cerda. Había comenzado la llamada "Era Radical". Usando por base la ADIP, en 1943 fundó la Federación de Trabajadores del Estado, que pasó a ser la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), la que participó al año siguiente de la elaboración del Estatuto Administrativo del gobierno de Juan Antonio Ríos. A partir de 1948, con Gabriel González Videla al mando supremo, sin embargo se hizo un férreo opositor de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, y participó en la llamada Revolución de la Chaucha de 1949. En 1950, fue invitado al Comité Nacional de Partidarios de la Paz en Chile, donde participaron también Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Ésta fue una de sus primeras experiencias en instancias más internacionales de lucha política. Dos años después, se integra como secretario general a una comisión que buscaba unificar las organizaciones de trabajadores del país, participando en el congreso realizado en febrero de 1953. Posteriormente, Blest será uno de los principales creadores de la Central Única de Trabajadores (CUT) y será elegido su presidente en el Congreso de Fundación, ese mismo año de 1953. Entre sus principios, el organismo proclamaba: "La Central Única de Trabajadores realizará una acción reivindicacionista encuadrada dentro de los principios y métodos de la lucha de clases, conservando su plena independencia de todos los gobiernos y sectarismos político partidistas. Sin embargo, la Central Única de Trabajadores no es una central apolítica: por el contrario, representando la conjunción de todos los sectores de la masa trabajadora, su acción emancipadora la desarrollará por sobre los partidos políticos, a fin de mantener su cohesión orgánica". En 1955, tras haber estado preso un tiempo y organizando huelgas contra el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, fue nombrado miembro del Consejo Mundial por la Asamblea Mundial de la Paz, dando una proporción de la importancia que se había ganado en aquel momento el dirigente. Sin embargo, acabó relegado en Molina, tras las huelgas y paros de 1956. Comentar que, en esos días, la desesperación del gobierno por reducir los focos de oposición llegó a tal punto, que incluso fue molestado el abogado y economista de derecha Jorge Prat Echaurren, nieto del Capitán Arturo Prat y hasta hacía poco Ministro de Hacienda de Ibáñez. Cuando reclamó públicamente por esta detención, el gobierno respondió que "con un héroe en la familia basta". Clotario Blest en fotografía de "La Tercera de la Hora" de 1956, durante las huelgas que enfrentó el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y en las que fue hecho prisionero. Por entonces, el dirigente amenazaba asegurando que las movilizaciones serían indetenibles. AÑOS DE INCERTIDUMBRES Sin embargo, sucedió que la izquierda chilena vivía por entonces sus propios períodos de controvertidas noches de cuchillos largos. Blest se había mantenido en el cargo gracias a su independencia y distancia con los partidos, sin duda, pero tarde o temprano iba a caerle encima la intriga de los militantes duros, especialmente en las disputas entre comunistas y socialistas por tomar o repartir entre sí el control de los organismos de representación social. Movidos por el deseo frenético de apoderarse de la CUT y ponerla a disposición de los partidos, entonces, Blest fue acorralado por aquel ataque artero de sus adversarios más ultras en la misma trinchera, haciéndolo desde vulgares clubes de montoneros como la llamada Acción Sindical Chilena y otros por el estilo, que lo señalaban como un dirigente violento y peligroso para la causa. Junto con tratarlos de fariseos, Blest escribió en "El Siglo" de noviembre de 1958: "Como cristiano perdono a mis detractores las ofensas personales que puedan haberme inferido, y por lo tanto no me hago cargo de ellas. Estimo que nuestras personas, en cuanto tales, son un pequeñísimo accidente en la historia magnífica del pueblo y de su clase trabajadora, y resulta hasta ridículo el que enredemos nuestros personales agravios con los que puedan hacerse a aquella. Además, en este sentido sólo me interesa el juicio de los trabajadores de mi país y de la organización que tengo el alto e inmerecido honor de presidir. No puedo ser yo juez de mi propia causa”. Era un período tan complicado, que las diferencias internas de la CUT casi llevan a la desaparición del grupo, a causa del tenor que llegaron a tomar los conflictos entre los distintos sectores políticos. Ese mismo año, además, falleció su anciana madre, mujer que fuera otra gran inspiración para Clotario para el sacrificio y la abnegación. Haber capitaneado a la Central en tales circunstancias personales y eludiendo el constante "fuego amigo", fue algo admirable, que pudo soportar por algunos años más, hasta cuando la situación se haría insostenible. El quiebre con los militares socialistas y comunistas comenzó cuando el dirigente exhortó a las bases a trabajar de manera independiente al partidismo político y sin instrumentalizar la CUT, con un bullado discurso de 1959. Desde ese momento, sus rivales no cejaron en atacarlo y buscar bajarlo de la dirigencia, creando toda clase de calumnias sobre su probidad personal y levantando groseras campañas de desprestigio peores aún que los ataques recibidos desde el derechismo. Cabe añadir que, a la sazón, Blest era un residente histórico del vecindario sobre calle San Diego y Santa Isabel, por ahí en la excalle del Mirador, rebautizada Ricardo Santa Cruz, cerca del gran templo del Santísimo Sacramento. Solía vérsele paseando por allá en su pantalón mameluco, o "terneado" si acaso iba a una reunión de mayor pelo. De alguna manera y sin necesidad de forzar comparaciones, Blest ya ejercía la doctrina franciscana fuera del alero eclesiástico, a diario, en su frugalidad cotidiana y su defensa de los derechos de los trabajadores venciendo todos los obstáculos descritos, dando el ejemplo de quien conecta por completo con las miserias y privaciones de aquel al que defiende. Maximiliano Salinas, uno de sus biógrafos más importantes y prolíficos, escribiría de él: "La palabra de Clotario Blest señala la enardecida voluntad de asegurar la justicia de Cristo para los desamparados del país. Su voz resonaba en la antigua Plaza Artesanos de Santiago, a orillas del rio Mapocho. En la primavera de 1955 señaló ante el asombro de sus oyentes: ‘¡La clase trabajadora, los humildes y los pobres de este mundo, llegarán a tener en el país el poder. Arrasarán a todos los especuladores, los ladrones legales de tierras y latifundios, los jugadores de la Bolsa, los grandes comerciantes e industriales cuya única función es hacer grandes ganancias, sumiendo al país en la miseria y sin importarles absolutamente nada la suerte del prójimo, a quien Cristo enseña considerar y tratar como hermano y no como bestia!’." Después de insoslayables fracturas que quedaron a la vista al hacer un llamado a la Asamblea Nacional de Federaciones a movilizaciones, respondiendo al rechazo del gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez al llamado "pliego único" de las demandas laborales, Clotario comenzó a ver concluida su dirección de la CUT. Muchos de los dirigentes que no lo secundaron en el llamado, respondían en realidad a acuerdos bajo cuerdas con el gobierno y a proyecciones personales dentro de la Central. Incluso hubo un grupo de comunistas que llamó a la Federación primero a postergar la manifestación y luego a suspenderla. Pero en lugar de alejarse de las posiciones radicales tras esta mala experiencia, Clotario entró a un período de justificación insurreccional, fundando en octubre de 1961 el Movimiento de Fuerzas Revolucionarias (MFR) con las banderas de la reforma agraria y la estatización de los medios de producción, además de la instauración de una milicia popular-sindical en reemplazo de las fuerzas armadas. Esto puso en estado de alertas a socialistas y comunistas dentro de la CUT, nuevamente, pues veían al nuevo cuerpo político como una amenaza inminente para sus trofeos en el sindicalismo. Clotario Blest en su overol, en manifestaciones hacia 1980.. Fuente imagen: Unidadmpt.wordpress.com Escribiendo en su máquina, ya en la vejez. Fuente imagen: Wikiwand.com. UN PERÍODO A LA DERIVA Intentando defender al dirigente ante la aborrecible difamación de la que era objeto, cuando incluso lo acusaba de ser "agente" de los Estados Unidos en Chile, se había formado el llamado Comité Pro Solidaridad a Clotario Blest, integrado por anarquistas, anarco-sindicalistas, maoístas y trotskistas. Empero, estos leales acabarán sólo sembrando más discordia e incertidumbre al seno de las organizaciones de trabajadores. Así de mal estaban las cosas, entonces, cuando tuvo lugar el Tercer Congreso Nacional Ordinario de la CUT, en agosto de ese año. Los encuentros terminaron siendo una indecorosa exposición de agresiones, descalificaciones y hasta intentos de sabotear el MFR, llegando a ser excluido en algún momento de las reuniones realizadas en el Teatro Caupolicán. Finalmente, el día 4, fue obligado a presentar su renuncia. Clotario subió al escenario hacia el final del encuentro, intentando explicar su situación. Pero acabó al centro de un vulgar circo romano: le apagaron los micrófonos, fue pifiado, abucheado, amenazado y humillado en público con matones arrojándoles monedas, para que no pudiese informar de todo lo sucedido durante el último año. La chusma iracunda no le permitió hablar, salvo pequeñas frases de falso optimismo y buenos deseos para con la CUT. Poco después, se anunciaban los resultados de la viciada elección del organismo sin presencia del MFR, siendo elegidos (¡era que no!) un socialista en la presidencia, Oscar Núñez, y un comunista en la secretaría, Luis Figueroa Mazuela, además de representantes de otros partidos de izquierda y centro-izquierda en la repartija de cargos. Empero, no satisfechos con lograr bajarlo del cargo, sus adversarios se empecinaron ahora en alejarlo lo más posible de la organización, persiguiéndolo con más acusaciones y calumnias, mientras Blest pasaba por uno de sus peores momentos en la vida. Repetían así, la misma deslealtad e inmoralidad cometida por algunos en contra de Recabarren, años antes. Sumido en una profunda depresión, Clotario se retiró momentáneamente de la vida pública y lidió con el sabor amargo de la traición de quienes, ni siquiera en esta situación, cesaron su ojeriza visceral contra le dirigente. Autores como Salinas aseguran que, en este período, llegó a pensar en el suicidio, al no ver salida para su penoso estado ni salvación para su impecable prestigio personal. Se dice que Luis Vitale llegó justo a detenerlo, cuando estuvo al borde de autoeliminarse. Como era esperable, además, el boicoteado y hostilizado MFR no tardó en salirse de control y algunos integrantes realizaron atentados terroristas, por lo que Blest acabó siendo acusado de delitos de subversión y detenido en octubre de 1962 mientras participaba en una manifestación pro-cubana, yendo a parar a la Cárcel Pública. La ANEF, dirigida entonces por Tucapel Jiménez, se hizo cargo de su defensa y liberación, en febrero de 1963. El MFR tuvo cierta participación en la elección de Salvador Allende como candidato presidencial, por parte del Frente de Acción Popular que agrupaba a los partidos de izquierda, pero siendo derrotado por Eduardo Frei Montalva. Sin embargo, en 1965, Blest participa con Luis Vitale, Bautista van Schouwen, Marcello Ferrada de Noli y Miguel Enríquez en la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Su presencia en la creación del grupo arrastró a muchos sindicalistas leales a su persona y a los miembros del MFR hasta el mismo. A pesar del protagonismo de Blest en los orígenes del MIR, la rápida aparición de profundas diferencias con los procedimientos y planteamientos del grupo, lo llevaron a renunciar al mismo en 1967, comenzando a alejarse desde entonces de las formas de lucha con tenor subversivo. A la sazón, Blest hizo las paces con la CUT (o viceversa), y ésta le había rendido un homenaje durante el año anterior. Blest también había asumido en la Comisión Técnica de la ANEF. Su retorno sería, sin embargo, a la actividad política de eje religioso, incluyendo un acercamiento al grupo Iglesia Joven, fundado en 1968 por sacerdotes, religiosas y feligreses de ideas revolucionarias en sintonía cristiana. Con ellos participó en la toma de la Catedral de Santiago de agosto de ese año, cuando se desplegó un lienzo en el templo con la lectura: "Por una Iglesia junto al pueblo y su lucha". Rechazó un intento de ser levantado como candidato presidencial, sin embargo, realizado poco antes de que Iglesia Joven se disolviera, en 1970. En esas actividades, Blest conoció al sacerdote francés Henri Grouès, llamado más popularmente Abate Pierre (Abbé Pierre), exdiputado en la Asamblea de la IV República y fundador del movimiento de servicio social Traperos de Emaús. Apodado el Ángel de los Pobres, Grouès parece haber sido otra influencia para el dirigente, a pesar de haber sido más joven que él. A la sazón, Blest participaba también en el Comité de los Sin Casa y en el Comité de Defensa de Derechos Humanos (CODEH), fundado en 1971, de los que fuera uno de sus fundadores. Contrariamente a lo que se se cree o se ha mitificado, no era partidario de la Unidad Popular (UP) ni del programa de Salvador Allende: ducho y con suficientes frustraciones ya en las arenas políticas, don Clota desconfiaba de la vía chilena al socialismo y no estaba seguro de que éste pudiese lograrse por la vía electoral e institucional regular. Incluso rechazó una propuesta para hacerse cargo de la Tesorería General de la República, en aquel momento. A mayor abundamiento, a pesar de apoyar anuncios como la nacionalización del cobre, Blest se abstuvo de votar ese año por el candidato socialista y se opuso al acuerdo de la CUT que se sometía al gobierno de la UP en sus primeros dos años, comprometiéndose tácitamente a no provocar sobresaltos o movilizaciones. En respuesta, Blest intentó fundar una efímera agrupación llamada Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), aunque prácticamente nació muerta. También criticó que en la repartición de carteras de Estado, asignada a militantes comunistas en el Ministerio del Trabajo, se le diera este cargo a Luis Figueroa en 1972, cuando éste presidía la CUT, dañando la autonomía del organismo. Desatada ya la crisis de gobernabilidad y las pasiones confrontacionales del período, en 1973, Grouès vuelve a Chile y, al ver a Blest en precario estado de salud y viviendo menesterosamente de su pequeña jubilación, solicitó a los hermanos del movimiento Emaús hacerse cargo de su alimentación y atenciones médicas, en caso de requerirlo. Sólo unos meses después, sin embargo, tendrá lugar el golpe del 11 de septiembre. Don Clota, hacia sus últimos años. Fuente imagen: Sindical.cl. DESPUÉS DE 1973 A diferencia de tantos que se presumían leales a Allende y escaparon no bien se escuchó el primer clarín del levantamiento militar, Blest fue esa misma mañana hasta el Palacio de La Moneda intentando hacer un gesto de apoyo al mandatario a pesar de que, como vimos, no estaba comprometido con él ni con la Unidad Popular. Le fue imposible llegar a su lugar, sin embargo. La leyenda dice que, a partir de aquel momento, Blest prometió que no volvería a cortarse su barba ya cana hasta ver a Chile en democracia, otra vez, adquiriendo así el aspecto que lo haría reconocible a perpetuidad y para siempre. Autoridades y representantes extranjeros le ofrecieron asilo político durante ese mes, pero Blest se negó y permaneció en su casa, siendo hostigado con allanamientos durante aquellos días. Lejos de amilanarlo, el anciano reaccionó proclamando su oposición al nuevo régimen, refundando el CODEH y uniéndolo al Comité de Defensa de Derechos Sindicales (CODES) para crear el nuevo Comité de Defensa de Derechos Humanos y Sindicales, junto a otros dirigentes como Santiago Pereira, Rosa Rubilar, Eduardo Long, Pedro Gaete, Alfredo Molina y Gloria Rodríguez, entre varios otros. Participó activamente de las manifestaciones contra el régimen y de las denuncias de familiares de detenidos desaparecidos. Siempre en la misma línea, junto a Máximo Pacheco y Jaime Castillo Velasco, fundó la Comisión Chilena de Derechos Humanos, en cuya erección participaron otras importantes figuras de la oposición de esos años. En 1976, ayudó a crear la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, junto al cardenal Raúl Silva Henríquez y el sacerdote Cristián Precht, a la sazón director de la Vicaría de la Solidaridad. Ya entonces, Clotario tenía su residencia convertida en un santuario personal de altares, cruces y recuerdos, casi como decidido a esperar la muerte en este sitio que ya ni siquiera existe en la ciudad de hoy, asimilado por la apertura de la calle Santa Isabel. Allí en su refugio, recibió varias veces a perseguidos del régimen y desde ella gestionó, a través de la Comisión, las salidas de sus huéspedes hacia otros países, en calidad de refugiados. Comprendiendo que la vía armada no sería un camino, e inspirado en pacifistas como Martin Luther King y Mahatma Gandhi, Blest decidió predicar vías no violentas de protestas contra el poder. Sus propuestas llegaban a la diplomacia, incluso, cuando fundó la Liga por la Paz buscando un ilusorio encuentro de entendimiento entre Chile y sus vecinos Argentina y Perú, propósitos que naufragaron con los graves incidentes de 1977-1978 que casi llevaron a la guerra, de no haber intermediado la Santa Sede. De todos modos, al año siguiente recibió el premio latinoamericano del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), cuando este órgano era presidido por Adolfo Pérez Esquivel. Ésta y otras razones impulsaron a la República Federal Alemana a proponerlo para el Premio Nobel de la Paz en 1980, contando con el apoyo de Finlandia, Noruega y Venezuela, además de los intelectuales chilenos y políticos en exilio, pero no pudo lograrlo. Blest se opuso al proyecto de la Constitución de 1980, aunque no asistió al plebiscito por desconfiar del sistema, como era habitual en él. Se integró después al Comando Nacional de Trabajadores. Sin embargo, esos años ochenta los vivió en casi completa soledad, y sus únicas compañías solían ser los gatos, la gran cantidad de palomas que alimentaba a diario en su patio y las visitas de sus secretarios, Oscar Ortiz y Francisco Díaz, quienes lo asistieron también en sus días de enfermedad. "Soy de marca Walesa" solía decir Blest todavía en esa época, frecuentemente vestido con su overol azul, risueño y lejos de la gravedad del podio, aludiendo al dirigente sindical polaco. Se recuerda que asistía, también, a las ceremonias de recuerdo de los Mártires del Seguro Obrero, tragedia de la que fue contemporáneo. El anciano gozaba de un enorme respeto entre los representantes de todo el espectro político a pesar de las contingencias y las diferencias. Ya había pasado un susto con su salud 1986, cuando debió ser hospitalizado por una grave broncopulmonía, ocasión en la que fue ayudado por Ortiz y Díaz, asistidos también por el Vicario de la Pastoral Obrera, Padre Alfonso Baeza. Al año siguiente, pudo reunirse fugazmente con el Papa Juan Pablo II en su visita al país de 1987 y entregarle algunas fichas de informes sobre derechos humanos en Chile que, según entendemos, procedían de la Vicaría. Blest mantuvo distancia del Plebiscito de 1988, suspicaz de la predisposición del gobierno a acatar o no los resultados. Poco antes de aquella fecha, en agosto, se había refundado la CUT pero ahora como Central Unitaria de Trabajadores, con Blest como presidente honorario, aunque de escasa injerencia sobre ella más allá de lo simbólico. Las elecciones presidenciales de 1989 y el triunfo de las fuerzas de la Concertación de Partidos por la Democracia, con el traspaso de mando, iban a transcurrir en uno de los momentos más sombríos de la vida de don Clota. Blest en un acto público, portando un retrato de Tucapel Jiménez, hacia 1990. Fuente imagen: Memoriachilena.cl. RESCATADO POR LOS FRANCISCANOS Lejos del festejo por los días de democracia que se venían y por los que había hecho una importante parte, Blest estaba triste, apagado, en el ocaso de esa larga vida que sólo conoció un amor: doña Teresa Ossandón Guzmán, que fue internada en el claustro de las carmelitas, falleciendo ese mismo año de 1989 y a la que don Clota confesaba jamás olvidar, atesorando siempre una fotografía enmarcada de ella en su hogar. Su corazón ya estaba en otro sitio, sin embargo. Salinas recuerda estas palabras de Clotario, que repetía ya en sus últimos años de vida: "Al único que amo en la vida es a Cristo. Nada más. Cristo es el que ha sido el nivel de mi vida. Bastante indigno soy y, cierto, Cristo respeta la libertad del hombre, a mi no me tiene amarrado. Pero indirectamente veo que Él es el que me guía. El me inspira. Yo me doy cuenta de que a veces hago cosas que no pensaba hacer. De repente se me meten en la cabeza y salgo a hacerlas. ¡Cristo opera a través de los elementos más inútiles para ver qué es la obra de Él y no de uno!". A pesar de todo su trabajo y sacrificios, en el final de su existencia fue olvidado e ignorado por los mismos que vitoreaban su nombre en otra época y lo han vuelto a hacer después de su muerte, usándolo como bandera de lucha o propaganda partidista. Cerca del fin y después de su delicada hospitalización, llegaría a la enfermería de los recoletos franciscanos, en el segundo piso del complejo conventual de avenida Recoleta. Llegó en extremo débil, tras haber sido arrebatado de las garras mismas de la muerte. Los sacerdotes le dieron socorro tras ser rescatado por miembros de la ANEF, puestos en alerta de lo que sucedía con él, internado de urgencia en el Hospital del Trabajador. Sólo 30 kilos de peso tenía al rozar la muerte y caer grave allí. Gracias al apoyo dispensado por el llamado Comité de Personalidades Pro Ayuda a Clotario Blest y, según se ha dicho, de un puñado de conocidos empresarios (por singular ironía), Blest entra entonces a la Recoleta de San Francisco el 13 de noviembre de 1989, esperando su hora del adiós en esta profunda solemnidad existencial y a tan poca distancia de la Plaza Artesanos y del Teatro Balmaceda, en donde está el Mercado Tirso de Molina... Esa misma plaza que conoció parte de sus mejores años de lucha social y de sus grandes arengas sobre los estrados, con enormes concentraciones. El superior de la Recoleta, padre Juan de Dios Hernández, autorizó que Blest fuera cobijado en el lugar. A pesar de su triste situación, el 17 la alegría volverá a sonreírle al sufrido don Clota, cuando la vida le permite recuperar aquel proyecto que estaba pendiente desde su juventud: tomar el albornoz religioso. Ese día, el de su cumpleaños número 90, recibe de los hermanos de la Recoleta un humilde obsequio pero de incalculable valor simbólico: el precioso hábito de San Francisco de Asís, siéndole dado el grado de Hermano Terciario Franciscano Seglar. La relación del dirigente con la orden, se remontaba a sus años más tiernos. Además, a veces solía ser visto por convento mayor de San Francisco en la Alameda, y hasta parecía ser amigo del entonces célebre anciano apodado el Último de los Mohicanos por su extravagante corte de pelo, también llamado Juanito, que hacía eterna guardia junto a la salida lateral del templo. Refiriéndose al fundador, comentaba en ocasiones: "Admiro a San Francisco por la semejanza que tiene con Cristo. San Francisco andaba a patita pelada y vivía en las montañas, metido en un hoyito, en un socavón. Vivió toda la vida así. Esa es la vida de Cristo, la pobreza. Cuando fue al Vaticano se entrevistó con el Papa, y el Papa le encontró mal olor. Fíjese usted: le encontró mal olor". La recuperación en esos días fue leve, pero alentadora. Blest disfruta esta prórroga que le ha dado generosamente la vida, viéndosele asomar tibiamente por el barrio chimbero. Permanecía gran parte de su tiempo descansando en su lecho, aunque parece que su cordura comenzó a diluirse ya en esos días, llevándole a hacer acusaciones de maltratos por parte de otros residentes del auxilio y los enfermeros, cosa que se desestimó pero que lo puso en problemas con la administración, restringiéndosele desde allí las visitas. Así pasaría sus últimos días Clotario Blest, luciendo como cualquier otro franciscano, con sus largas barbas blancas y exigiendo a veces llevar su hábito atado a la cintura, entre los recoletos de La Chimba donde compartió el pan con los pobres y los desposeídos, lidiando con su deterioro físico y mental. Retrato post mortem, en su velorio. Clotario Blest por fin descansa. Fuente imagen: EducarChile (fotografía de archivos de la Universidad de Chile). Cortejo fúnebre de Clotario Blest, en 1990. Fuente imagen: Archivos fotográficos del Fortín Mapocho. ULTIMAS APARICIONES Y MUERTE Sus admiradores, en tanto, habían intentando proponerlo otra vez para el Premio Nobel de la Paz y se habían organizado campañas de recolección de firmas, pero como era de esperar, muchos de los que se apropiaron de su legado se mostraron indiferentes a la cruzada. Ya era demasiado tarde, además. Tras grandes insistencias suyas para que le permitieran la salida de la Recoleta, en enero de 1990, Blest asiste al acto de recuerdo por el aniversario de la muerte de Mahatma Gandhi, uno de sus inspiradores, como hemos dicho. El Día del Trabajador, último 1° de mayo de su vida, lo celebró con los abandonados del Mapocho, en una comida gratuita organizada por los recoletos. El 27 de mayo fue a la Cárcel Pública, a visitar detenidos por delitos de carácter político, en los últimos años que le quedaban a ese recinto penitenciario y en una de las últimas salidas y acciones públicas que haría, antes de morir. Tres días después, don Clota redactó en su cuarto una carta donde se despide sabiendo que su alma ya escapará del viejo y gastado organismo que la atrapa, reafirmándose como un hombre de sólida fe cristiana: "¡Nos vamos a encontrar con cuántas novedades arriba, si es que llegamos! ¡Recabarren, don Reca! Dedicó su vida al pueblo, seguramente que está en el cielo... ¡Nos vamos a encontrar con sorpresas tan grandes…!" Monseñor Cristián Precht diría tiempo después, de aquel último período de Blest en el hospicio franciscano: "Sus últimos meses los pasó en el convento de la Recoleta Franciscana, rodeado del afecto y los cuidados de los frailes que lo querían como a un hermano más. Sus últimos momentos los vivió haciendo gala de su fe. Había tenido un día bueno y los frailes lo acompañaron con sus oraciones y sus cantos. Incluso uno de ellos le regalaba melodías tocadas en violín, cosa que a él mucho le gustaba. Repentinamente les pidió silencio porque quería preparar su muerte. Acto seguido se volvió hacia la imagen de la Virgen María y comenzó a conversar con ella en un coloquio familiar. Lentamente su voz se fue apagando y así, de la mano de María, partió este hermano al encuentro con Jesús. Era justo el día de la Visitación de María. Hermosa manera de vivir. Hermosa manera de morir". En esta profunda etapa de recogimiento y de regreso a la plenitud de su espiritualidad, entonces, Clotario Blest Riffo abandonó serenamente este mundo, en las horas de la madrugada del 31 de mayo de 1990. Su cuerpo ya marchito, con los rasgos luctuosos de un rostro casi anunciando los ángulos y curvas de la calavera de la muerte, fue visitado y despedido por la multitud en el templo franciscano de la Alameda. Ahí estaban los verdaderos amigos y agradecidos que lo acompañaron también en vida. "Hoy entra don Clotario de overol, con su mirada limpia, en el Reino de los Cielos…", diría Precht durante sus funerales. Y el padre Mariano Puga concluiría su responso: "San Clotario de los trabajadores, ruega por nosotros". Lamentablemente, sin embargo, las exequias dejaron al descubierto las profundas divisiones del sindicalismo y de la política chilena, con actos hostiles contra algunos oradores y prepotencias de parte de quienes se sentían dueños del fallecido. Las tensiones intestinas arrastradas desde el período anterior, habían sido heredadas en la democracia. Como tantos otros lo hicieron en el artículo de la muerte, Blest pasó por Mapocho una vez más, la última de todas, ahora de camino a su sepultura en el Patio 12 del Cementerio General, despidiéndose así de esos lugares donde dirigió antes la lucha por los trabajadores y donde experimentó, finalmente, el tránsito por el umbral entre la vida y la muerte. Se marchó para siempre el santo del overol, ahora vistiendo el hábito. Es inevitable recordar el ejemplo de Clotario Blest hoy, 1° de mayo de 2018, cuando vemos a la propia CUT haciendo escándalos: dirigentes que despilfarran frioleras en lujosos banquetes gourmet de restaurantes porteños; o acordando políticamente cuál será su actitud frente al sueldo mínimo, dependiendo del gobierno de turno y no de lo que demanden sus trabajadores; y ahora, como remate a las gárgaras en estos días, intentando zafarse de pleitos judiciales por despidos injustificados de sus propios trabajadores "por necesidades de la empresa" (artículo 161 del Código del Trabajo). Y podríamos seguir contrastando a la voluntad y ejemplo de Clotario Blest con el hoy, cuando muchos de los que le negaron la mano en vida, o se burlaron de sus creencias y obras, le llamaron peyorativamente sapo de la policía, pechoño, agente del imperialismo, y anarquista, o lo calumniaron prendiéndole sus propias perversiones y represiones más íntimas, y además miraron con salvaje indiferencia su estado de postración final, se apropian de sus frases, de sus citas y sus retratos en pancartas o lienzos, como si fuera algo suyo... Se apropian de esta misma imagen que intentaron destruir en el pasado, y que ahora venden en portadas, murales e iconografía, como patrimonio de la casa.
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