Histórica... misteriosa... repleta de fiestas y monumentos que no te puedes perder. Así es como se nos presenta la hermosa Córdoba, una encantadora ciudad andaluza cuyos vestigios árabes nos esperan...
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Es la localidad más antigua del Valle de Calamuchita y combina su patrimonio histórico y cultural con sus encantos naturales
La gran Mezquita de Córdoba fue desde el inicio de su construcción en el año 785 uno de los edificios más relevantes del arte omeya hispanomusulmán y un referente cultural en el mundo Occidental.
Localizado en pleno centro histórico de la maravillosa ciudad andaluza, será tu remanso de paz para disfrutar tras visitar todos sus encantos.
Las VII Jornadas de Fortificaciones Medievales que se celebrarán del 20 al 24 de octubre en el Molino del Duque de Aguilar de la Frontera, se centrarán en el estudio de la historia, arqueología y arquitectura de estas edificaciones en Andalucía. La delegada de Cultura de la Diputación de Córdoba, Marisa Ruz, ha destacado durante la presentación de este evento que a través de estas jornadas "podremos conocer todos los avances que se vienen haciendo en ese trabajo de recuperación del Castillo de la localidad, que es un valor patrimonial de la provincia".
Jardines de Colón / El corazón verde La Plaza de Colón tiene en los jardines del antiguo Campo de la Merced, remodelados en 1994, un corazón verde donde buscar refugio frente al tráfico circundante, la prisa, el desasosiego. Una isla de vegetación rodeada por un anillo de edificios de siete plantas que la ahogan; este perímetro renovador ha respetado, menos mal, la torre bajomedieval de la Malmuerta y la fachada barroca del antiguo convento mercedario, cuya noble arquitectura se transparenta por entre la arboleda. No debe extrañar el porte de los árboles que aquí elevan sus copas hasta sobrepasar los edificios del entorno, pues están fertilizados por las cenizas de patricios romanos que hace dos milenios encontraron el reposo eterno en el cementerio que hubo en el lugar, como aún testimonia el topónimo de la cercana Puerta de Osario. Pero el semblante que hoy ofrecen los jardines no es de muerte sino de vida; palpita la vida bajo la arboleda, que cobija amorosamente los juegos de niños, la tertulia doméstica de las madres vigilantes, la taciturna reunión de jubilados, el diálogo sin palabras de los amantes, los perros cautivos y las palomas libres, que se desplazan en un blanco barullo hacia la mano que les brinda alimento... Dos ritmos bien distintos tiene la vida que transcurre en los jardines: el sosiego de quienes están, y se sumergen complacidos en la envolvente compañía de la vegetación, y el andar apresurado de quienes pasan, ajenos a un espacio privilegiado que desprecian sin dejarse seducir, mero atajo en su trayecto cotidiano. El centro geométrico de este corazón verde lo constituye la fuente, que, como los propios jardines, tuvo un parto lentísimo y laborioso; emprendió ambos proyectos en 1835 un efímero alcalde, el Conde de Torres Cabrera, pero no cuajaron. Los jardines actuales responden a un proyecto de 1905, mientras que la fuente se construyó en los años veinte. Es una obra de aliento neorromántico, realizada en hormigón por el escultor Rafael del Rosal, según proyecto del reputado arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría. Sobre el centro del gran pilón circular, anillado por tuyas, surge el pilar central, sobrecargado de veneras y peces de leyenda, sobre el que se encaraman dos tazas decrecientes rematadas por el penacho de un copioso surtidor, que al caer se desmaya en guedejas de agua. Una docena de bancos de fundición pespuntean el perímetro de la circular explanada –su forma recuerda la de la plaza de toros que hasta 1831 hubo en el lugar– e invitan a contemplar el grato espectáculo. El rumor del agua, el zureo de las palomas y las risas infantiles levantan una bucólica barrera acústica que amortigua el molesto ruido del tráfico, incesante más allá de las verjas de dorados remates, que proporcionan a los jardines un toque palaciego. Los ocho paseos radiales conectados con las entradas confluyen en el círculo central, todo pavimentado de rojizos adoquines, que, aunque proporcionan más pulcritud, añoran el albero de antaño. A la vera de la fuente dibuja su exótica silueta oriental el somnoliento morabito, hoy transformado en modesta mezquita y sede de la Asociación de Musulmanes. En el contiguo parque infantil juegan los niños, ajenos a cualquier tentación de xenofobia. Hay que recurrir a Lola Salinas y a Manuel de César para que, a través de su libro Parques y jardines cordobeses, nos guíen por la botánica del recinto, “de los más cuidados y bellos entre los cordobeses”, que anotan entre su arboleda robustos plátanos de sombra, palmeras datileras y canarias, melias o árboles del paraíso, naranjos, recios pinos, esbeltas casuarinas, moreras, tres cedros del Himalaya y álamos blancos, así como ejemplares únicos, como la acacia de tres espinas, el brachichiton, la mimosa, el perfumado mandarino y los cipreses grises. Sin contar las arbustivas plantas que crecen en los parterres, ahora alfombrados de césped, en los que se agrupan macizos de cañas y de agapantos, que al final de la primavera mecen sus violáceas flores sobre esbeltos tallos cimbreantes. Textos: Francisco Solano Márquez Diario CÓRDOBA Córdoba, 2003
Laguardia, Santiago de Peñalba, Trujillo, Sepúlveda, Sos del Rey Católico, Zuheros, Liérganes, Torazo y Ciudad Rodrigo. ¿Cuántos te faltan por conocer? Estos han sido los elegidos para formar parte de la asociación que reúne a los más bonitos de nuestra geografía y que animan a una escapada cada fin de semana.
Explora los encantos de Priego de Córdoba en un día con nuestra guía detallada. Arte, historia y belleza te esperan. ¡Reserva tu visita ahora!
Plaza y Calleja de la Luna / Línea quebrada En la confluencia de la calle Cairuán con la de Doctor Fleming se abre una amena explanada que se extiende a lo largo de la almenada muralla. Es un rectángulo acogedor deprimido sobre el nivel de la calle y flanqueado por una escalinata que traza un semicírculo, como invitando a tomar asiento para contemplar el espectáculo. La explanada tiene pavimento de morrillo, que se interrumpe al centro por un estanque cuadrado, y a sus lados se alinea una docena de jóvenes naranjos, que proporcionan incipiente sombra a los veladores, mientras el blanco perfil de Averroes vigila altivo desde su cercanía. Traspasada la muralla a través de un arco, se accede a la intimidad de una placita rectangular y parcialmente entoldada, que en época de buen tiempo los mesones transforman en comedor al aire libre. Sorteando las mesas se puede apreciar en el testero frontal una fuente mural, proyectada en 1964 por el arquitecto José Rebollo, que escoltan dos fustes, el de la derecha arropado por un ficus que escala el muro. Es una fuente musical, erigida en honor del dios heleno Pan, protector de los pastores, que empuñaba una pequeña flauta o caramillo, salvajemente mutilada desde hace años. Mana de su boca un tímido chorro de agua, que al precipitarse sobre el redondo pilar provoca un leve rumor. Corona la fuente una cartela barroca de piedra, a la espera de inscripción. Junto al pilar, una columna sustenta el metálico perfil de una Virgen –en este lugar no puede ser otra que la de Luna, cuyo patronazgo comparten Pozoblanco y Villanueva de Córdoba– envuelta en su resplandor. A la izquierda de la íntima placita, un arco invita a sumergirse en la quebrada y penumbrosa calleja, que discurre aprisionada entre dos casas señoriales: por la derecha, la austera espalda blanca de la de las Pavas –cuya portada renacentista se abre en el último tramo de Tomás Conde–, y por la izquierda la fachada de la deshabitada casa de Villaceballos, con sus muros de sillar y ladrillo, en los que se abren, de trecho en trecho, salientes ventanas protegidas por rejas y celosías. Son cincuenta pasos de embrujo que conviene recorrer sin prisa, apreciando cada esquina, cada arco, cada mínimo ensanche, cada perspectiva. Tras el primer arco saluda al viajero la copa de un naranjo, que en primavera perfuma de azahar esta angostura. Hasta hace unos años se asomaba a este tramo una tahona, que inundaba la calle con el cálido aroma del pan recién hecho. Giro a la derecha. De trecho en trecho, arquitos de ladrillo soportan el empuje de los muros y crean hermosas perspectivas. Al fondo del segundo tramo un pétreo escudo de Córdoba empotrado en la cal recuerda dónde estamos. El grato silencio reinante sólo se ve alterado por los pasos de los escasos transeúntes sobre las losas de granito. Turistas extraviados se cruzan con vecinos del entorno que utilizan el callejón como atajo para ir de la zona de Fleming a la Judería o viceversa, lo que acaba desvaneciendo el misterio que la calle encierra. Giro a la izquierda. Pone punto final a este itinerario seductor la portada barroca de la casa de los Villaceballos, cuya fábrica de ladrillo recuerda el patio principal del antiguo hospital del Cardenal Salazar; sobre la puerta adintelada, hoy tapiada, campea un escudo, y sobre él, un balcón coronado por frontón partido. Aún aguarda una última sorpresa: si el viajero eleva la vista en dirección a la calle Tomás Conde, verá asomar por encima de los tejados el campanario de la Catedral, que es como una brújula a la salida del laberinto. Cuando Teodomiro Ramírez de Arellano paseó por aquí, era una calleja sin salida que respondía al nombre de Villaceballos, por la familia que habitaba la casa palaciega, que solían visitar “cuantas personas curiosas tienen noticia de la colección de lápidas romanas y árabes y otras muchas cosas notables que contiene”. Textos: Francisco Solano Márquez Diario CÓRDOBA Córdoba, 2003
Puerta de San Ildefonso at Mosque–Cathedral (Mezquita) of Córdoba Spain
Azulejos en Córdoba.