La arquitectura renacentista se introduce en España a finales del siglo XV como fruto de los contactos comerciales, políticos y militares entre la península ibérica e Italia en estos años. Sabemos de algunos artistas españoles que viajaron a Italia atraídos por el ambiente cultural y de italianos que lo hicieron a España como forma de ganar como clientes a los monarcas unificadores (Reyes Católicos y, sobre todo, Carlos I) y a la aristocracia española (los Mendoza), receptiva ante las formas italianas porque usan este estilo importado como medio de distinguirse y afirmar su prestigio. La Iglesia, sin embargo, tradicional mecenas de la arquitectura se mostrará reticente ante el modelo clásico-pagano del Renacimiento, lo que influirá en que el lenguaje gótico y mudéjar siga presente a lo largo de la primera mitad del siglo XVI. El resultado es un estilo híbrido y exclusivo que recibe el nombre de Plateresco. La política exterior de los Reyes Católicos. Europa en 1512. La arquitectura española renacentista evolucionará distinguiéndose tres etapas que aproximadamente corresponden a los tres tercios del siglo XVI. - Plateresco propiamente dicho. Últimos años del siglo XV y primer tercio del XVI. - Plateresco purista. Segundo tercio del siglo XVI. - Herreriano. Tercer tercio del siglo XVI. En este artículo y en la siguiente presentación sólo vamos a tratar de las dos primeras etapas habiendo dejado la tercera para otros artículos. Plateresco. Arquitectura española renacentista. from Alfredo García Plateresco. Hasta los años 30 del siglo XVI. En un principio el Renacimiento se introduce por obras de artistas italianos o españoles que provienen de Italia y por la importación de patios enteros de mármol labrados en Italia que se instalaron en castillos como el de La Calahorra para el Marqués de Cenete en Guadix (Granada). Patio del castillo de La Calahorra, Guadix (1509.1512). Lorenzo Vázquez levantará en 1491 la fachada del colegio de Santa Cruz de Valladolid, primera obra de carácter renacentista en la península, en la que se trasplanta directamente elementos del renacimiento italiano como el almohadillado, las pilastras clásicas, el frontón decorativo de la ventana o la estructura arco de medio punto-dintel-pilastra. Este arquitecto se había educado en el Quattrocento florentino y cuando regresó a España aplicó las novedades aprendidas allí en una serie de edificios sufragados por la poderosa familia de los Mendoza. El palacio de Cogolludo para la misma casa nobiliaria en 1495 sigue sorprendiendo por el lenguaje tan purista italiano. Fachada del Colegio de Santa Cruz de Valladolid. Lorenzo Vázquez. El impulso italianista se frena un tanto a partir del segundo decenio del siglo XVI. El nuevo lenguaje desde entonces es más ornamental y las fachadas se acolmatan de relieves escultóricos. La opulencia del gótico isabelino y la mentalidad minuciosa mudéjar se hermanan con la abundantísima decoración renacentista importada de grutescos, candelieri, bucráneos, medallones, balaustre, capiteles corintios, hornacinas aveneradas, cornucopias, hojas de acanto, jarrones... El resultado son obras repletas de detalles decorativos como la tarea de repujado de un orfebre platero, de ahí, el nombre que recibe de estilo plateresco. La ornamentación plateresca se desborda por los muros delas fachadas o trepa como hiedra por las columnas y pilastras. Decoración plateresca con grutescos y candelieri. Detalle de San Esteban de Salamanca. En esta época, el centro más representativo es Salamanca, donde encontramos algunas de las joyas del plateresco como la fachada de la Universidad (hacia 1525) y la iglesia de San Esteban de Juan de Álava. Pero no es el único centro también encontramos obras en Santiago de Compostela (Hospital de E. Egas), Toledo (Hospital de la Santa Cruz de E. Egas), Burgos (Escalera Dorada de la catedral de D. de Siloe), Sevilla(Ayuntamiento por D. de Riaño) y, en general, en todas las ciudades de Castilla. Como podemos ver por los ejemplos citados la arquitectura civil tuvo tanta importancia o más que la religiosa. Fachada de la Universidad de Salamanca de autor anónimo. El plateresco purista. El segundo tercio del siglo XVI. En esta etapa lo minucioso pierde fuerza, apostando los arquitectos por formas renacentistas italianas más reconocibles y de mayor tamaño. La monarquía de Carlos I impulsa numerosas construcciones que reflejen su poder. Rodrigo Gil de Hontañón trabaja entre Salamanca (palacio de Monterrey), Segovia y Alcalá de Henares, donde realizará su obra maestra, la espléndida fachada de la Universidad. El adorno retrocede y sólo subraya las líneas arquitectónicas, que se muestran ya puramente clásicas (columnas y frontones). Seña de identidad de su obra es el último piso con galería de ventanas enmarcadas por balaustres. Rodrigo Gil de Hontañón. Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares. En Toledo trabaja Alonso de Covarrubias, nombrado por Carlos I en 1537 arquitecto real de las obra de la ciudad, entre las que se encuentran el Alcázar de Toledo, el Hospital del Tavera y la puerta de Bisagra. Los tres edificios son claves para entender el estilo de los Austrias. El primero constituye el primer ejemplo de palacio con torres en esquina remadas con chapitel y amplísimo patio. El segundo es el ejemplo de edificio con dos patios con porche porticado de unión que también dejará repercusiones en la arquitectura de la primera mitad del siglo XVII. El tercero es una puerta conmemorativa monumental donde sobre todo destaca el imponente escudo del águila imperial bicéfala del emperador Carlos V. El estilo es purista. Patio del Alcázar de Toledo. Alonso de Covarrubias. Granada es una de las ciudades más importantes del renacimiento. En la misma Alhambra se erige el palacio de Carlos V, obra de Pedro Machuca, que es de lo más clásico que puede encontrarse fuera de Italia. Se comenzó en 1527 y se paralizaron las obras en 1568, quedando sin levantar el tercer piso, que se diseñó. Su planta con patio circular inscrito en un cuadrado es original dentro del Renacimiento. Externamente su fachada está decorada con sillares almohadillados, óculos, columnas y pilastras de orden toscano, jónico y corintio. En su puerta de acceso podemos ver el empleo manierista de las columnas duplicadas y del motivo serliano a modo de Giulio Romano en el palacio del Té de Mantua. El patio es de decoración muy simple y armónica, recordando la obra de Bramante. Entrada al palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada. Pedro Machuca. Diego de Siloe continúa las obras góticas iniciadas por Enrique Egás de la catedral de Granada en 1528. Crea un espacio muy luminoso, con pilares clásicos que levantan a gran altura bóvedas estrelladas. La monumental capilla mayor estaba concebida como mausoleo imperial con rotonda cubierta con cúpula y con girola a su alrededor. No duda en usar recursos manieristas como colocar para sobreelevar los pilares un trozo de entablamento de escala gigante. Esta catedral se convirtió en un prototipo para la región (Málaga y Guadix) y para América (Guadalajara, Méjico). Andrés de Vandelvira continua la obra de Siloe en la catedral de Jaén y en las construcciones religiosas y palaciegas de Úbeda y Baeza. Catedral de Granada. Diego de Siloe. Al fondo la capilla mayor concebida como capilla funeraria para el emperador. Monumentalidad y uso sin reglas de los elementos clásicos van a preconizar la siguiente etapa y su principal obra, el monasterio-palacio de El Escorial.
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La arquitectura del renacimiento en España se va a caracterizar en un primer momento por conjugar formas góticas, mudéjares e italianas
La arquitectura del renacimiento en España se va a caracterizar en un primer momento por conjugar formas góticas, mudéjares e italianas
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Los Pueblos Negros de Guadalajara tienen como denominador común su arquitectura, en la que predomina un color: el negro. Caracterizada por el uso de la pizarra negra en sus construcciones -tanto en tejados como en paredes- , la arquitectura negra sobre todo se dio en la sierra de Ayllón (Guadalajara, Madrid y Segovia) y en la sierra del Alto Rey , en Guadalajara.
Desde septiembre de 2010 se puede visitar la capilla del Obispo en Madrid. Ya sé que no es una noticia de última hora, pero hasta que hace un par de semanas no me pasé por allí no fui consciente del gran descubrimiento que quiero compartir con vosotros. Esta iglesita llevaba cerrada desde 1970 en que se había declarado el monumento en ruina y muchos, entre los que me incluyo, eran los que desconocían el tesoro que encerraba. En 2005 se comenzó la restauración en serio del edificio y de la excepcional obra escultórica que contiene y el resultado final ha sido magnífico. Capilla del Obispo. Foto de conjunto realizada desde debajo del coro. ¿Qué tiene de notable? Pues en primer lugar que la iglesia es uno de los pocos ejemplos que tenemos en la capital del gótico. En concreto, la capilla fue levantada entre 1520 y 1535 por iniciativa de D. Francisco de Vargas, uno de los consejeros favorecidos por los Reyes Católicos y luego por su nieto Carlos I. El deseo del fundador fue cobijar en su interior los restos de San Isidro, que se decía estaba enterrado en San Andrés, la iglesia que está pared con pared. Cuando ello fue imposible, el hijo de Don Francisco, el obispo de Plasencia Don Gutierre de Vargas y Carvajal, decidió dedicar la capilla a panteón familiar donde depositar los restos de sus padres y los suyos propios. La iglesia está bajo la advocación de Nuestra Señora de San Juan de Letrán, aunque es popularmente conocida con el nombre de capilla del Obispo por el sepulcro de nuestro Don Gutierre que tenemos justo debajo. Cenotafio del obispo Don Gutierre de Vargas. Se accede al edificio a través de la escalinata que hay en la plaza de la Paja y después de traspasar un pequeño patio. Ya sólo el contemplar la iglesia merece la vista, pues es uno de los escasos restos de estilo gótico flamígero que podemos contemplar en Madrid. Posee una única nave que se eleva a gran altura y está cubierta con bóvedas estrelladas. Resaltan los nervios por medio de la pintura con tonos verdes y rojos y las claves principales que se decoran con el escudo ajedrezado de los Vargas. Sobre los pies se levanta un amplio coro sostenido por un arco carpanel que se abre hacia la iglesia en el piso superior con otro arco mixtilíneo. Bóvedas estrelladas y ventanales de la capilla desde el coro. Unas pilastras recorren el muro y recogen el peso trasmitido por los nervios. Su capitel se prolonga a modo de franja de imposta para desplegar una decoración epigráfica que explica quien mandó construir la iglesia. La obra escultórica. Pero sin duda, lo más destacable es la obra escultórica renacentista del retablo y de los cenotafios del Obispo y de sus dos padres por separado a ambos lados del altar. Todo el conjunto se debe a la mano de Francisco Giralte (1510-1576), discípulo de Alonso Berruguete con el que trabajó en la sillería superior del coro de la catedral de Toledo (1539-42). No sabemos con seguridad su origen, porque hay quien le atribuye nacionalidad francesa o flamenca, pero también hay quien le considera palentino. Posiblemente viajó a Italia, lo que le dejó impregnado de cierto clasicismo que no le abandonó en toda su carrera artística. Podemos apreciar en este conjunto que se muestra como maestro muy diestro tanto en el trabajo de la madera como del alabastro. Francisco Giralte. Retablo de la Capilla del Obispo, Madrid, 1547-50. El retablo al completo desde el coro. El retablo, realizado entre 1547 y 1550, está hecho en madera de ciprés policromado por Juan Villoldo, el Mozo. Es soberbio en cuanto a sus dimensiones y a su calidad. Su adaptación a la curvatura del ábside de la capilla es perfecta diseñándose tres calles principales y hasta seis entrecalles. La altura se eleva justo hasta las ventanas en cuatro pisos. Presenta una iconografía habitual con escenas de la infancia y Pasión de Cristo en los recuadros principales y figuras de ángeles, apóstoles y santos en hornacinas y sobre el ático. Las divisiones se realizan por medio de columnas de capiteles jónicos con fustes platerescos, decorados con estrías y grutescos. Francisco Giralte. Piedad. Piso inferior, calle central del retablo de la Capilla del Obispo. El estilo recuerda al de su maestro Alonso Berruguete, pero tal vez mucho más al de Diego de Siloe, por la búsqueda de la belleza formal sin estridencias. Podemos señalar rasgos muy personales del estilo de Giralte en esta Piedad que preside el piso inferior de la calle central: El tipo humano es de canon corto y de proporciones mesuradas, no en la línea manierista de su propio maestro que alarga en exceso los torsos. Los rostros son estereotipados en un ideal de belleza clásico, que hacen que la Virgen y San Juan (pelo suelto, detrás) sean muy similares. El modelado es suave tanto en el tratamiento de las formas corporales como en el de los paños. No reflejan en ningún caso angulosidades expresionistas. Los músculos están atenuados para lograr sensaciones táctiles nacaradas al incidir sobre ellos las luces. Los pliegues son múltiples, pero finos, sin presentar efectos de claroscuros exagerados. No gusta ni de la sangre ni del patetismo gestual para trasmitirnos la idea de la muerte de Cristo o el dolor de la Virgen. La escena se contiene en los límites más clasicistas. Es una imagen que más parece representar a un Cristo dormido placidamente e ingrávido en el regazo de su madre. El brazo derecho cae elegantemente sobre el suelo, mientras que el izquierdo se deposita con suavidad sobre el de la Virgen que parece acariciarle. Qué alejado está del estilo prebarroco de otros artistas que también trabajan este tema en los mismos años como Juan de Juni. Precisamente con este artista tendrá planteado un litigio por un encargo artístico entre 1845-48 y todos aquellos que testificaron en el juicio señalaron las diferencias de estilo tan evidentes que existían entre ambos autores. Juan de Juni, Santo entierro, (1541-45). A ambos lados del retablo, bajo sendos arcosolios y arrodillados en actitud orante mirando hacia el altar, se encuentran las figuras de los padres de Don Guiterre de Vargas y Carvajal. Esta postura ya era frecuente desde que la popularizó Gil de Siloe en la figura del infante Alfonso, en la iglesia de la cartuja de Miraflores. Francisco Giralte. Francicso de Vargas e Inés de Carvajal. Capilla del Obispo, 1555. Los cenotafios fueron labrados en alabastro de Cogolludo. A la izquierda se encuentra el de don Francisco de Vargas, fallecido en 1524, y a la derecha el de doña Inés de Carvajal, que murió en 1518. Los dos se encuentran bajo un arcosolio renacentista de medio punto y enmarcados por elementos arquitectónicos como columnas y entablamento clásicos similares a los del retablo. Los fondos están labrados con figuras de los santos de los que fueron devotos. Numerosos ángeles sostienen los escudos heráldicos de los propietarios y portan guirnaldas y cornucopias, todo en un estilo plateresco tardío. Los retratos son idealizados, puesto que los representados murieron más de treinta años antes de que se realizara la obra. El tipo humano es como el de las figuras del retablo, de canon corto y rasgos estereotipados como podemos ver en la figura inferior de Doña Inés. Doña Inés de Carvajal. Detalle. A la derecha de la nave se encuentra el sepulcro del obispo, uno de los más admirables monumentos funerarios españoles que también esculpió Francisco Giralte en 1566. Su calidad es comparable al sepulcro del infante Alfonso de Gil de Siloe en que se inspira, aunque desmarcándose del estilo gótico de éste, para desplegar toda la esencia del Renacimiento hispano. Otros cenotafios comparables son los famosísimo de Carlos I y Felipe II y su familia que realizarán León y Pômpeyo Leoni para la iglesia de San Lorenzo de El Escorial. Sin embargo, éstos no pueden ser considerados genuinamente españoles y engarzados en la tradición, ya que fueron realizados en Milán y en un material distinto, el bronce, y luego ensamblados en la basílica hacia 1587. Debajo puedes ver los dos primeros monumentos comparados. Gil de Siloe, sepulcro del infante Alfonso. Francisco Giralte, sepulcro del obispo Gutierre de Vargas. El obispo Don Gutierre aparece orante y arrodillado, como sus padres, aunque elevado sobre unas gradas y rodeado de sus capellanes. Las figuras tienen tamaño natural y sus rostros sí son verdaderos retratos de rasgos individualizados. El obispo se apoya en un reclinatorio primoroso de columnitas. Delante hay diez niños músicos muy italianizantes que recuerdan las cantorías florentinas. Para saber más sobre la escultura renacentista española en este artículo de este blog La escultura renacentista española. Características y etapas.
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El Hospital de Santa Cruz de Toledo es una de las principales obras del Renacimiento español, en él destaca su magnífica portada plateresca
Alto Renacimiento español es una denominación que identifica un periodo de la historia del arte en España equiparable en cierta medida al concepto de Alto Renac...
El palacio de Carlos V es una maravilla del Renacimiento español que podemos visitar dentro del conjunto monumental de la...
Com uma longa história de arquitetura e construções com terra, escritórios com pesquisas inovadoras no Egito, França e Índia estão sendo pioneiros nesse renascimento.
El Palacio de Cogolludo (S. XV) está considerado como una de las primeras obras de la arquitectura del Renacimiento en España
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Patio interior del Palacio de las cadenas de Úbeda Palacio de las cadenas de Úbeda. Andrés de Vandelvira. Andrés de Vandelvira es el arquitecto español que mejor representa la pureza clasicista del Renacimiento. Sus obras más significativas se hallan en la ciudad de Úbeda (Jaén), capital de una de las comarcas olivareras más imnportante de Andalucía y residencia de una potente aristocracia, muy vinculada al gobierno del Estado. El clasicismo romano de su obra se manifiesta, especialmente, en el palacio que, a continuación se comenta. PALACIO DE LAS CADENAS DE ÚBEDA Este palacio, conocido popularmente como de las Cadenas, cuyo promotor fue Juan Vázquez de Molina, sobrino de Francisco de los Cobos y, al igual que él, secretario de estado de Carlos V y secretario de cámara de Felipe II, y que no llegó ni siquiera a habitar, es en el mismo siglo XVI remodelado, y adaptado para monasterio de madres dominicas. De su fastuosidad ambiental originaria aún mantiene piezas como las pinturas murales de lo que fue Sala Capitular del convento de 1595 y en el tercer cuerpo un magnífico artesonado en artesa siguiendo usos y gustos mudéjares. Indudable obra clásica con similitudes italianas, este palacio es, sin temor a dudas, la pieza de arquitectura civil palaciega del siglo XVI más representativa en su género de toda la ciudad: un auténtico palacio urbano del Renacimiento español. La planta : Con un esquema similar a los palacios y grandes casas del siglo XVI en España, tipologicamente responde a una planta cuadrada con patio interior porticado, rodeado de una elegante columnata, con arcos de medio punto y dos plantas en altura. Siguiendo el modelo de "casa romana" y en general mediterránea, el patio estructura la ordenación interna de las dependencias. A cada planta o cuerpo corresponde un orden arquitectónico diferente: al inferior corintio, jónico al medio y, en planta superior, una combinación de cariátides y telamones. El palacio cuenta con dos fachadas, una la del Ayuntamiento, con tintes clasicistas de los años 40 del siglo XX, con acceso desde lo que fue antiguo huerto del palacio, hoy plaza de los Caídos; y la otra, portada principal de acceso al palacio por la renacentista plaza de Vázquez de Molina. La fachada principal: De una gran magnitud, responde formalmente a un planteamiento orgánicamente estructurado en tres cuerpos, con una ordenación horizontal de tres plantas y verticalmente siete calles de diferente anchura. Desde los extremos, los tramos de la fachada van sucesivamente disminuyendo en anchura hasta llegar al tramo central, que vuelve a ser ancho, consiguiendo un efecto óptico de simetría, así como de solidez de la edificación. En la fachada es destacable -la planta -noble- constituida por siete proporcionados balcones rematados por frontones; el cuerpo alto por los siete ojos de buey y ocho guerreros y madonnas portadores de la heráldica familiar de cada una de las calles; y la cubierta por las linternas de las esquinas superiores del edificio, elemento ornamental en forma de -tholoi- clásico que ayudan a dar mayor esbeltez a la construcción. Un valor añadido anecdótico y atractivo sobre la fachada del palacio son los denominados vítores, grafitis de la época, que, referidos a hechos conmemotativos, personajes o críticas, ofrecen una visión global de uso y paso del tiempo. Pintura mural del palacio. En conjunto, la fachada de clara ascendencia italiana y diseño clásico, es un fiel trasunto de un diseño de casa romana dado a conocer en 1511 por fray Giocondo de Verona. Resulta chocante y al mismo tiempo original la inversión de los órdenes arquitectónicos, que Vandelvira diseña en un alarde de libertad, situando el corintio en la pilastra del primer piso, el jónico en el segundo y en el tercer cuerpo figuras antropomorfas. El patio: Eje desde el que se organiza la vivienda, al igual que el resto de los patios palaciegos de la ciudad, presenta unos rasgos comunes en los que no faltan la fuente central ni la reiterativa y autoafirmante heráldica familiar en las enjutas de los arcos. Este patio en concreto, frente a la tónica general de patio central, aquí queda desplazado considerablemente en planta y por otra parte presenta una singular nota de italianismo que no aparece en ningún otro edificio de la comarca. Y así, la galería columnada del piso bajo -en clave cuatrocentista- se cubre con bóvedas de arista, y en los muros se desarrollan una sucesión continua de arcos ciegos. Así mismo, un originalísimo juego de bicromía realzan a este patio renacentista, efecto que es conseguido a través de la pétrea y marmórea fuente central, con las columnas de mármol blanco de Génova sobre las que descansan los arcos, y a través de la conjunción de arcadas ciegas y bóvedas blanqueadas, lo que presta al edificio una acusada semejanza con la Florencia renacentista. Hoy, este palacio alberga el Ayuntamiento, el Archivo Histórico de la ciudad; así como el Museo de Alfarería.
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Estructura que sirve de base a una cúpula y que, a diferencia del cimborrio, sirve para realzarla y parece una prolongación de la misma. Predominan los de forma cilíndrica, aunque también las hay poligonales, especialmente octogonales. Aunque existe con anterioridad, se difunde con fuerza desde el Renacimiento. Estructura de cúpula sobre pechinas con tambor y linterna y cúpula de San Pedro del Vaticano. RENACIMIENTO, BARROCO